jueves, 31 de marzo de 2011

Nada es casual

Que hacen las empresas ante la opinión pública?
Se presentan aqui varias cuestiones a considerar; por ejemplo en las opiniones aparecen afirmaciones que son verdaderas, otras que tienen apariencia de verdaderas y otras que directamente son falsas, por nombrar solo algunas posibilidades a modo de ejemplo. Además, esas opiniones puede que no necesariamente se ajusten a los hechos ni tengan relación alguna siquiera con estos. Sin embargo están allí y más allá de lo dicho, siempre hay algo que, al menos en apariencia, pareciera explicar la realidad de los sucesos. Entonces la empresa queda generalmente enfrentada y acusada ante la sociedad. Esto no significa que no sea responsable de sus acciones sino que tendrá que enfrentar ese "juicio" al que se verá expuesta en los medios y ya no podrá ocultar las evidencias de las pruebas que esos juicios muestren. La intencionalidad, la controversia y la confrontación son algunas de las formas en como se interpretarán los hechos. Con lo expresado no estoy diciendo que habría que eliminar lo que dicen algunos medios, más bien todo lo contrario, entiendo que es vital que todos podamos expresar libremente nuestras opiniones y sentimientos, así será siempre más probable encontrarse con la verdad, el punto es que las empresas se hagan cargo de las consecuencias de sus decisiones y acciones cuyo impacto en la sociedad resulta ser el motor generador de estas opiniones y estén preparadas para estar a la altura de estas legítimas exigencias. ED.
-------------------------------------
La crisis surgida del terremoto y maremoto que impactaron sobre Japón trajo para el mundo una consecuencia nuclear inesperada. ¿Inesperada? No parece serlo, ya que en 2007 un terremoto había sembrado el alerta
 
El problema, hasta el momento, era de mera estadística. Ahora, la comunidad internacional ve con claridad que ciertos aspectos de la vida pública nipona no son ni tan confiables ni tan estrictos en cuanto al apego a la verdad.


El caso de TEPCO, la compañía eléctrica que opera la planta de Kashiwazaki-Kariwa, hoy derritiéndose por el fuego atómico, es una exposición contundente al respecto. Es la central nuclear más grande del mundo, por la cantidad de energía que puede producir, y también una de las más modernas, provista con cinco reactores BWR y dos ABWR de General Electric. Este enorme complejo electronuclear es conocido como la central nuclear que se mueve, por hallarse sobre una zona de alto riesgo sísmico, desconocida para sus diseñadores. Desde el terremoto del 16 de julio de 2007, no levanta cabeza. A estas alturas se ha convertido ya en un desastre económico para sus operadores, y una pesadilla de relaciones públicas para la industria nuclear mundial.

Los primeros problemas para el complejo electronuclear de Kashiwazaki-Kariwa llegaron en 2002, cuando el gobierno japonés denunció a TEPCO por cometer fraudes sistemáticos en las declaraciones y procedimientos de seguridad nuclear. El alcance del fraude era tan monumental, que condujo a la clausura inmediata de sus siete reactores. El presidente de TEPCO, Nobuya Minami, reconoció antes de dimitir que la compañía había suministrado datos falsos al regulador japonés de seguridad nuclear por 25 años.

Veinticinco años mintiendo, lejos de la idea del honor y la transparencia a la que, como idea de una cultura superior, suele rendirse el mundo. O solía hacerlo. Más grave aún: durante los cinco años siguientes, diversas investigaciones internas evidenciaron que TEPCO había ocultado numerosos incidentes de seguridad en sus centrales nucleares, incluyendo un incidente de criticalidad en 1978. Como consecuencia de ello, tres de los siete reactores de Kashiwazaki-Kariwa permanecieron cerrados durante más de un año, y los cuatro restantes a lo largo de varios meses.

En medio de semejante escándalo, durante 2004 la zona se vio sacudida por un grave terremoto de magnitud 6.9. Ya entonces, algunos especialistas observaron mediciones anómalas en algunos de los sismómetros repartidos por todo el complejo. Algunos de ellos registraron correctamente la intensidad del terremoto, pero otros indicaban valores mucho más bajos. Con el escándalo en pleno auge y una cultura de la ocultación aún en boga, nadie quiso profundizar demasiado en estas intrigantes observaciones y el asunto quedó olvidado rápidamente. La central había resistido el terremoto tal y como estaba diseñada para hacerlo, y punto.

¿Por qué ocultar la información? Una respuesta evidente sería por codicia, para no arruinar el negocio. Sin embargo, hay algo más. Es la cultura del “tatemae”: el estadounidense Alex Kerr explica a la perfección en su libro Dogs and demons cómo la actitud de los nipones ante la información difiere de la de los occidentales. Decir la verdad en muchos contextos resulta descortés, y los propios nipones aprenden y desarrollan desde pequeños su tatemae (pensamientos que se expresan en público y que no deben ofender a los demás) y honne (lo que se piensa de verdad, y que sólo se emplea con gente muy cercana). Un ejemplo claro de uso del tatemae es que un "lo pensaremos...", en el ámbito de los negocios nipones significa en realidad "no insista, no nos interesa". La idea misma del “tatemae”, en lo más profundo de esta cultura, alberga algunas de las verdaderas razones de esta tragedia.
 
 
--------------------------------- -
Fuente: Noticias & Protagonistas  http://www.noticiasyprotagonistas.com/  Editorial del 20-03-11.
Enlace a nota completa: http://www.noticiasyprotagonistas.com/editoriales/27810-nada-es-casual/ 
--------------------------------- -

No hay comentarios: